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NOTA

Una celíaca argentina viviendo en Miami

Hoy nuestro destino es Miami de la mano de Lorena Damiani, una argentina radicada  allí. Nos cuenta en esta nota sus dos experiencias de vida como celíaca en ambas ciudades.

Lorena está diagnosticada desde hace catorce años. Mitad de ese tiempo lo vivió en Buenos Aires, y la otra mitad en Miami.

Fue diagnosticada, aquí en la Argentina, por un gastroenterólogo al que consultó especialmente por el estómago inflamado y otros síntomas que en principio se acreditaban a cuestiones de carácter. El profesional —con sólo una evaluación de los síntomas, una batería de preguntas y observación— le dijo: “Mmm, me parece que sos celíaca”, y le recomendó algunas pautas hasta tanto estuvieran los resultados de los laboratorios y otros estudios.

El diagnóstico fue contundente: EC. Con la confirmación regresó a su médico de cabecera, quien sorprendido señaló: “No puedo creer que no haya advertido esta problemática… yo soy celíaco”. Increíble, ¿no?

Lorena inmediatamente se puso a investigar sobre el tema, ya que para ella se abrió un mundo nuevo, totalmente desconocido. Leyendo advirtió que presentaba otros síntomas asociados: dolores de cabeza, crecimiento detenido, descomposturas reiteradas, irritabilidad, e incluso la pérdida de dos embarazos antes de ser mamá.

Lorena pasó de una alimentación sana balanceada y sin comida chatarra (fast food, pizzas, empanadas eran una excepción) a una alimentación acorde con su condición celíaca. Aunque siempre se alimentó bien, variado, con productos frescos y cereales, elaborando sus propias pastas y bizcochuelos. Desde su diagnóstico tuvo que cambiar —con duelo incluido— toda una cultura alimenticia. Esa primera etapa le resultó difícil, pero entendió que era el camino.

Para la preparación de sus alimentos incorporó un set de utensilios especiales. En su casa contó con la colaboración de una mujer paraguaya que preparaba —y le enseñó a elaborar— pan de queso y otras comidas con harina de maíz o mandioca. También compraba productos aptos, certificados, aunque siempre fueron más caros… como en la actualidad: eso no cambió demasiado.

Mudada a Miami, pasó por muchos cambios en su vida. Allí ser celíaca no le resultó fácil. Se trata de otra cultura, es una ciudad cosmopolita y con una economía orientada al consumo. Comparado con Buenos Aires, ser celíaca en Miami resultó más arduo.




Buscó, dentro de la comunidad médica, referentes en el tema que tuvieran raíz latina, puesto que son más proclives a fomentar el cuidado preventivo y la importancia de la adhesión a la dieta.

En Miami hay alimentos gluten free, pero hay que saber leer las etiquetas y ser como un “detective” de los ingredientes. “Gluten free” es una denominación que puede ser engañosa. Hasta podría compararse con la denominación de “light” en la Argentina, que puede ser reducida en algún factor, sin que por ello sea dietético o de menos calorías. “Gluten free”, recalca Lorena, “es fashion”. Hay que aprender a leer la etiqueta, los alérgenos declarados, los porcentajes, y que los productos no tengan ninguno de los cereales con gluten —trigo/wheat, avena/oats, cebada/ barley, centeno/rye—. En suma, hay que aprender a buscar estos ingredientes porque están rotulados como alergénicos, y no existe un nomenclador universal.

Actualmente se incorporó en algunos ítems una leyenda que garantiza el producto apto para celíacos: “Proud Supported Celiac Disease Foundation www.celiac.org”, pero no existe una guía o una asociación pública que informe. Uno puede sumarse a diferentes grupos o redes que bombardean con información, lo que resulta ineficiente.

En eso Miami, parte del Primer Mundo, tiene mucho que aprender de la Argentina.

Comer en restaurantes, aunque ofrezcan menús gluten free, puede transformarse en un juego de ruleta rusa a causa de la contaminación cruzada. Hay pocos establecimientos que tengan cocina separada o los cuidados necesarios, por lo cual es preferible comer en casa y, cuando se come afuera, preguntar e informarse con el chef.

Lorena insiste, además, en el fastidio de la diferencia de precios entre productos comunes y gluten free. Estos últimos son más costosos. Ella reconoce sin embargo los beneficios de seguir una dieta ciento por ciento ajustada, y por ello se ocupa de comer sano y apto. Tiene una rutina básica de alimentos que ella misma prepara. Su alimentación es balanceada y con variedad de colores (aquí es donde se filtra su ocupación de decoradora). Cuando cocina se aferra al arroz, la polenta, las verduras, las frutas y la carne no preelaborada. En cuanto a los panificados y las galletitas, hay poco que sea apto y rico (en eso también Miami está muy por detrás de la Argentina).

Finalmente, Lorena nos cuenta que suma otros hábitos que hacen a su bienestar: yoga, meditación y, los fines de semana, pasear por Miami en bicicleta.


Para un celíaco, visitar esta ciudad es una opción posible. Sin embargo, hay que ser cauteloso y consciente, ya que no está difundido ampliamente el concepto “Proud Supported Celiac Disease Foundation www.celiac.org”, de modo que hay que ir un poco más allá. Una de las ventajas que no podemos dejar de destacar es que hay una gran comunidad latina, y siempre vamos a encontrar a alguien que nos responda en nuestro idioma.


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