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Aglutenados consultó a psicólogos de diferentes corrientes -psicoanalítica, gestáltica y psicoanalítica lacaniana sobre este tema. Veamos qué nos dicen: Lic. Nora Groisman, Lic. Mirta Domato y Lic. Daniela Teggi
Al momento del diagnóstico no todos reaccionan de la misma manera. Quienes tienen
síntomas desagradables (ej.: diarrea, vómitos) posiblemente encuentren en la dieta un alivio.
Para quienes las consecuencias del consumo de TACC no están tan a la vista y/o no son tan inmediatas
(ej.: osteoporosis, anemia), acostumbrarse a hacer la dieta puede ser más complejo.
Las características de personalidad, la manera de ver la vida de cada celíaco influyen en
cómo va a hacer esta dieta. No es lo mismo pensar: “Qué suerte que puedo comer todo tipo
de frutas y verduras” –sacando a las harinas del centro de la escena– a sólo considerar que, por
no poder comer harina de trigo, la vida va a ser desagradable.
Ser celíaco no impide correr, saltar, aprender, amar, hablar, comer, viajar o trabajar. Un celíaco
puede comer todo menos lo que tenga TACC. Un celíaco que no consume TACC puede encontrarse
sano, si no padece otra enfermedad. ¿Por qué rotularlo y condenarlo a la categoría de
enfermo toda la vida, si sólo eliminando el TACC de su dieta logra la salud?
No es lo mismo que un médico le diga al paciente “Usted es un enfermo celíaco” o “Tiene
enfermedad celíaca”, a que le diga “Usted es celíaco; por eso, a partir de ahora, para estar bien,
sólo tiene que eliminar el TACC de su dieta”. Si un profesional encasilla a un paciente en la
categoría de “enfermo de por vida”, ¿le facilita las cosas?
Asumir la realidad es fundamental para la salud. ¡Para lograrlo se debe eliminar el
TACC de la dieta y disfrutar del resto de los alimentos, que no son pocos!
Luego del diagnóstico, en un comienzo, puede aparecer desconcierto... confusión... sorpresa...
rabia y la pregunta: ¿por qué a mí? Cuando las personas celíacas se sienten mal
y piensan en “la dieta” es porque se desesperan por lo que no pueden; no se conectan
con lo que sí pueden. No hay aún “aceptación”. Cuando no acepto, niego o peleo, no
hay posibilidad de cambio.
No puedo ayudarme, me convierto en mi propio enemigo y las emociones que surgen
tienden a lastimarme (retroflexión), ingiriendo harinas, por ejemplo.
Al tiempo, surge “el darse cuenta” que conlleva aceptación, despertando bienestar, puesto
que implica el pasaje de un desequilibrio conocido a un equilibrio organísmico saludable.
En el ser humano, los apoyos son los recursos que están a disposición para usar cuando se
necesitan. Por lo cual es imprescindible comenzar por realizar una lista con todo y todas
las variables de lo que sí me gusta y es bueno para mi salud.
No pararse en la idea de dieta.
¿Hay límites? Sí. ¿Qué persona puede vivir sin límites? Con restricciones, la calidad de vida
no se deteriora; por el contrario, se fortalece.
Es importante el trabajo terapéutico tanto en un proceso individual como en grupos de
personas con las mismas características.
Lo importante es no “padecer” la celiaquía, sino aceptarla y responsabilizarse de ella.
Hay una distorsión en la persona cuya condición es celíaca cuando coloca el énfasis en lo que NO puede.
¿Las cosas no se dan como lo esperamos?
En mi experiencia clínica con algunos niños con celiaquía pude observar que la forma en
que los padres vivan el tema, cómo tomen dicha dificultad, incide, en parte, en el modo
en que el niño transite el problema.
En algunos casos, ante la angustia porque las cosas no son como se esperaban, luego de
recibir el diagnóstico, simplemente se trata de orientarlos y acompañarlos en la aceptación
del problema, por supuesto que sin desatender la dimensión que cobra para cada
uno de ellos. A veces se trata de poner las cosas en su lugar, reorientarlas y así abrir paso
al alivio, dejando de lado el temor y el malestar.
En cuanto al niño, supondrá ubicar si el ser celíaco es un obstáculo o le genera algún padecimiento
o conflicto, intentando que encuentre sus propios recursos, acompañando
las invenciones singulares frente a eso que no es lo esperable, lo que se presenta como
incierto.
Lo cierto es que hay tantas reacciones posibles como personas, siendo entonces la
cuestión central ubicar cómo esa condición, en este caso la de una alimentación específica es vivida por alguien, es decir qué estatuto cobra para cada quién.
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